No hay que fiarse nunca de los títulos de crédito de una película.
En los de Crónicas del bromuro (mens sana, corpore sano) (Juan José Porto, 1980) el nombre de Carlos aparece bajo el epígrafe «y la presentación en el cine de…». Ya sabemos que no fue así. Carlos llevaba diez años haciendo papelitos «con frase» cuando el ayudante de dirección Andrés Vich le presenta al productor Gabriel Iglesias y al guionista y director Juan José Porto. Le explican que la película se hacen con fórmula cooperativista pero que algo irá cayendo por las dos o tres sesiones previstas.
Pero Porto se entusiasma con las cualidades histriónicas de Carlos, al que ha encomendado el rol del hermano Eusebio, que tiene a su cuidado a una caterva de preuniversitarios en celo durante unos ejercicios espirituales.
-Muy bien, Lucas. He estado usted muy bien. Le voy a poner en la escena de la cocina. ¿Le parece?
-¡Magnífico! Yo soy actor, ¿sabe? Desde el 57 que me mandaron el carné a San Sebastián…
Pero Carlos no puede finalizar la anécdota porque la cámara ya está colocada en la cocina y tiene que devorar una fuente de patatas fritas mientras el rector (Antonio Gamero) echa el «bromuro de potasio» a cucharadas en el guisote de los chicos. Aunque los exteriores se ruedan en Segovia, estas secuencias interiores se filman en el Colegio Mayor José Antonio de la Ciudad Universitaria madrileña. En una de ellas coincide con la actriz Azucena Hernández, con la que más adelante compartirá cartel en Don Cipote de la Manga (Gabriel Iglesias, 1984).
La acción se localiza durante una Semana Santa de 1966 o 1967, a juzgar por las versiones de temas de Los Brincos que interpreta el grupo Taxi. En la función fin de curso estos cantan un tema propio -«No, no, bromuro, no»- y el hermano Eusebio se imagina a sí mismo armado con una guitarra eléctrica y tocado con una estrafalaria peluca pelirroja. También él se suma, bien que a través del inconsciente, a la sublevación contra el bromuro.
-¡Sensacional, Lucas! Tenemos que ir pensando cómo figurará usted en los títulos de crédito.
-¡Hombre! A mi me gustaría…
-Verá lo que vamos a hacer… -le interrumpe Porto.
Carlos, crecido, pega unos saltos mientras toca la guitarra. Con sus hechuras, Wilko Johnson redivivo.