Hace cosa de veinte días conseguí terminar con Araceli [Muñoz Rojas], en Angular, la edición de Carlos Lucas: una vida de actor. El montaje que yo suponía ideal para él: en el que se habla de su familia y de tantas obras que ha hecho y muy poco de cine. Todo lo contrario, en fin, de nuestra idea inicial.
Le llamé para ver si lo había recibido y me contó que sólo había leído la transcripción de las entrevistas y que en la filmografía final faltan muchas.
Luego, hace una semana, telefonea él. Desgrana con voz fatigada las mejoras que quiere hacer al montaje: que se insista más en el repertorio, que ampliemos la escena en que canta el vals de “Los sobrinos del capitán Grant” en el fondo del mar y que incluyamos algunos otros fragmentos –como aquel de la Pasión- en los que se muestre que tenía y sigue teniendo memoria de elefante. Le explico que todo se andará y que si alguien tuviera interés en colocárselo a una televisión, deberíamos de incluir también fragmentos de sus películas, amén de ilustraciones de El viaje a ninguna parte y Los farsantes. Lo primero le parece bien. Me insta a buscarlas.
Nos deseamos mutuamente unas buenas fiestas. En enero jura que se viene a Madrid. Le han dicho los médicos que ya está bien y que sólo tiene que tomarse un poco de Ibuprofreno para “el dolorcito”.
Bueno, pues esa ha sido nuestra última conversación. Hoy ha muerto.
Me llama Bigarren. Parece que llevaba cuatro días comiendo muy poco. Ayer se lo llevaron al hospital y allí falleció. Ha puesto a la familia en contacto con la Unión de Actores que, según me dicen, dispone de un fondo para ayudar con los gastos funerarios.
Lo entierran –o incineran, no lo sé- mañana en Valladolid. Ni Luis, ni Pepón, ni Bigarren pueden ir. Todos tienen compromisos ineludibles en Madrid. Yo no me veo con fuerzas para hacerme solo un viaje de ida y vuelta hasta allí.
Descanse en paz.