estrellas de reparto: rafael alonso, parapetado tras su bigotito

En el cine, tan propenso al mito, Rafael Alonso nos resulta familiar y cercano, por ese bigote de “amigo del alma” del protagonista que rebaja a nuestro modesto nivel cualquier película.

¡Allá héroes! Nuestros defectos y virtudes los representa, como ningún protagonista, Rafael Alonso.

Frente a la pomposidad del mostacho de guías enhiestas que parece exigir el tratamiento de “don”, el bigotito retrechero de Rafael Alonso invita al compadreo. Parece trazado con una doble pincelada apresurada en el camerino, justo antes de comenzar la función.

Como el apéndice capilar le ha crecido en el escenario, al principio el cine le hace poco caso… Pero desde que estrena en 1952 la versión teatral de “El baile” ya no para. Su mostachuelo se convierte en presencia ineludible en la pantalla. Su bigote es el del amigo del alma, el del pelmazo de borrachera innoble, el del marido cornudo, el del galancete petulante, el del primo gracioso o el del preceptor pusilánime y calzonazos.

Entre la ternura y la comicidad explícita traspasada siempre por una punzada de patetismo, se resuelve toda su carrera.

Cuando su personaje debe alegrarse, el acento circunflejo de su bigote sobrerraya esa espléndida sonrisa de bonhomía.

¡Con lo difícil que es hacer de hombre bueno! Pues Rafael Alonso, parapetado tras su bigotito, lo ha hecho como nadie.

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