Éxtasis (Mariano Barroso, 1995) es una de esas películas sobre la ausencia del padre que algunos quisieron ver como rasgo distintivo del cine español de los noventa.
Y Carlos encarna precisamente a ese padre ausente, figura fantasmal, marinero que no toca puerto, mendicante otra vez, que se materializa en el bar de una estación de autobuses o en plena calle, durante la noche, y se desvanece.
“No llegué a verla. Hacía como el padre imaginario de él”. Él es Javier Bardem en uno de sus primeros protagonistas. Rober, su personaje, es el cabecilla de una pandilla compuesta por su novia Ona y su amigo Max que deciden dar un palo a cada una de sus familias y poner un bar en Almería. Antes del atraco a Lussón, que hace de tío de Rober, éste le cuenta que su padre ha aparecido por allí, que ya no se afeita y que lleva una gorrita de marinero.
A pesar de la brevedad de su cometido -además, mudo- ocupa el noveno puesto en el rodillo de salida.