habitación 6631. 7 de marzo de 2004

El viernes por la tarde me llama Bigarren para contarme que Carlos está ingresado en la Concepción. Hoy por la mañana he ido a verle. Está en la habitación 6631 que comparte con un abuelete. Mientras la hija de su compañero de habitación lee el periódico ambos se entretienen con la televisión. Primero ven la misa, luego dibujos animados.

No veo a Carlos físicamente muy desmejorado. Parece que ha venido el peluquero y le ha arreglado la melena. También gasta bigotillo de pincel, que me parece que tiene algo que ver con Manolito Gafotas. Tiene el oxígeno puesto y unas vendas muy aparatosas en los pies. Pero lo más espectacular de su vestuario es que ha perdido los pantalones de pijama y se ha anudado a la cintura una toalla de la sanidad pública como taparrabos.

Le he llevado naranjas. Bigarren me dijo que era lo que más le apetecía. Ya no. Ahora lo que quiere es un pepito de crema que le bajo de la cafetería del noveno piso. Su máxima ilusión es hacerse una dentadura nueva y volver a comer cosas duras. Para un adicto a la sal como él, la comida del hospital es un tormento.

Por lo demás está bastante tranquilo. Un poco cansado de la hospitalización y con ganas de volver al barrio. Le han dicho que mañana le operan para evitar la retención de líquidos y que le pondrán una especie de talco con lo cual se evitan nuevas complicaciones. Hablamos un rato del catálogo de “Sagas españolas del espectáculo” que compré el otro día. Por supuesto no aparecen los Lucas ni los Navarro. Sí que figura Romero Gaona y su teatro itinerante Benavente y las hermanas Tejela. Carlos relata sus andanzas con el teatro Benavente y su posterior encuentro con José Sancho durante el rodaje de La boda del señor cura. Se acuerda también de Paco Ruiz, el marido de Julia Tejela al que le vio una buena interpretación de “Katiuska”. Cuando Ruiz se enteró de que su mujer estaba liada con Emilio Berrio se tiró bajo las ruedas de un coche.

Me viene a la cabeza Los cuatro jinetes del Apocalipsis, según Minelli. Su visión de la enfermedad en su caballo imponente. E inmediatamente pienso en que la muerte que ronda a Carlos viene en un asnillo apacible que en lugar de avanzar al galope se detiene cada tanto a ramonear.

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