A quien quisiera escucharle Carlos le contaba que había hecho ciento cincuenta zarzuelas y otros tantos dramas, comedias y obras de gran espectáculo, y aún, una centena más de películas. De propina, había compuesto tres canciones a lo largo de cincuenta y cinco años… Pero nadie se va a ocupar nunca de buscar las leyes aritméticas que se esconden detrás de esos números cabalísticos, guarismos esotéricos en cuya ordenación conveniente se cifra su vida.

¿O sí? Porque a uno siempre le ha picado el gusanillo. En conversaciones mantenidas con él en descansos de rodajes o encuentros fortuitos en bares surgían de la niebla del pasado sus antepasados dedicados al teatro itinerante y su nacimiento en 1932 en una de estas giras, su vida trashumante en la posguerra bajo el ala protectora de su padre con la compañía de zarzuela Los Ases Líricos, su vocación de actor nacida en tablados de teatro portátil, sus fugaces intentos de trabajar en el cine como figurante al final de la década de los cincuenta, su paso, en fin, por todos los escalones inferiores de la interpretación.

En este caso los calificativos nunca son peyorativos. Uno habla del “escalón inferior” en cuanto a la extensión de los papeles, al crédito recibido por un trabajo, al reconocimiento y, por supuesto, a los emolumentos. El oficio de actor, aún hoy en día, tiene una jerarquía tan rígida como el ejército.
El registro de estos recuerdos y la investigación paralela se prolongaron desde el año 2002 hasta la primavera de 2004, cuando Carlos cayó enfermo. En verano realizamos un montaje de urgencia del material grabado y se lo enviamos a Valladolid, donde falleció en diciembre.

Durante la grabación habíamos asistido a los deslizamientos de su memoria, esa especie de conductor excéntrico que en lugar de transitar por la carretera principal pega un volantazo y te mete por un camino traqueteante al final del cual bien puede haber una autopista o un precipicio. En nuestras conversaciones nos habíamos asomado a estos abismos una decena de veces. Son simas entrevistas: un nombre sin apellidos y una fecha imprecisa, que daban pie a una situación trágica, divertida o grotesca, tanto da.
Cuando intentamos poner apellidos a los nombres o concretar la datación nos dimos cuenta de la dificultad de la empresa. La memoria de Carlos era selectiva y los archivos no guardan registro de las andanzas de cómicos errantes o nombres que muchas veces ni siquiera figuran en el rodillo de salida de una película.
De Reparto (retrato de un actor)
un documental de Santiago Aguilar
90 min. | color | 1:1,33 | stereo