El tejerazo tuvo también su caldo de cultivo literario y cinematográfico. Fernando Vizcaíno Casas y Rafael Gil facturaron al alimón media docena de películas en plena Transición en las que el éxito de taquilla refrendaba que el pasado podía estar enterrado y bien enterrado pero que la nostalgia y el humor podían ser armas al servicio de una ideología.

… Y al tercer año resucitó pretende ser un fresco de la Transición española articulado mediante una serie de viñetas satíricas sin más continuidad que la proximidad de la celebración en la Plaza de Oriente madrileña del tercer aniversario del 20-N y la aparición, en las proximidades de Cuelgamuros, de un hombrecillo que recuerda muchísimo al fallecido Caudillo. Es la película española más taquillera de 1980. Y en ella Carlos asoma el ojo (amoratado) en un par de planos. Su colaboración con Rafael Gil se inicia en 1975, cuando aparece en la secuencia de la plaza de toros de A la legión le gustan las mujeres (y a las mujeres les gusta la legión).

La escena en la que interviene Carlos es el prólogo al Consejo en una gran empresa o un banco. Cuando el director (Alberto Fernández) llega, ha tenido que atravesar entre una multitud de manifestantes que piden el voto a los 16 años al grito de «si podemos follar, porqué no hemos de votar». También ha pasado ante una embajada en Madrid «do Pobo Galego». Al entrar en la sede se encuentra a un grupo de empleados sentados en el vestíbulo, bebiendo botellines y jugando a las cartas, que parece que es el modo en que se desarrollan las huelgas burguesas en el mundo de Gil y Vizcaíno Casas. El director reclama entonces al conserje, cuya presencia sólo se intuye por la nube de humo que brota de detrás del mostrador. Por fin asoma para proclamar que él también está en huelga. Mostrando un ojo «a la virulé» aclara: «Me han convencido».

Carlos recordaba haber recibido también el impacto de un objeto arrojadizo en plena nariz, como parte de la acción, pero éste momento ha desaparecido del montaje.
Una vez más, encarna Carlos al esquirol y al traidor. Ya vimos a propósito de El arreglo que era la cara oscura del hombre apocado que era una de sus máscaras evidentes. Su intervención no aparece acreditada ni siquiera en el rodillo de salida.

Durante el Consejo, monopolizan la situación Tip y Coll en un número autónomo que poca o nula relación guarda con el resto de la película. A estas alturas de su colaboración son un rodillo que funciona sin necesidad de excusas. En esta ocasión, el pistón es una exposición estrambótica sobre las acciones de la empresa como si fueran sellos de colección.