Cada tanto llamo a Carlos a Valladolid. Me cuenta cómo va, las pruebas que le hacen y sus ganas de regresar a Madrid y empezar a trabajar de nuevo. Le adelanto la satisfacción de Trujillo con el proyecto, aunque todo sigue pendiente de la financiación –vale decir de una reunión que tendrá con alguien misterioso esta semana-.
Me pongo con la memoria, la sinopsis y la propuesta de reparto. El domingo, en casa de Luis, Josu Bilbao me enseña a dos que podrían hacer el Carlos treintañero, pero no quiero hacerme ilusiones. Espero la llamada de Trujillo.
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Ya está. Me he reunido con Trujillo y no hay muchas posibilidades a corto plazo. Para colmo, hablo con Bigarren y con Mónica, la sobrina de Carlos, y me dicen que las expectativas que dan los médicos no son muy esperanzadoras. Las sesiones de quimioterapia han hecho que se le caiga el pelo. Mónica me dice que aún así, se da sus paseítos… probablemente para hurtarse a la fiscalización familiar y echar un pitillito.
Noches de crisis. En plan Hamlet. Rodar o no rodar…
Decido seguir adelante. Si luego no podemos utilizarlo ya se nos ocurrirá otra cosa. La semana que viene llamaré a Carlos. Probablemente llame también a José María, el de los cines Casablanca, donde se estrenó Justino, a ver si nos deja la sala una mañana para grabar con Carlos allí la lectura de guión.
Un apéndice frívolo. A Trujillo le dan los ocho males porque hemos quedado que él se encargará de llamar el lunes al representante artístico de Sara Montiel.