dice francisco manuel…
Carlos Lucas, con su apariencia de cantante de tangos de cafetín era en la pantalla de nuestra tele como una rosa de sanatorio valleinclanesca con su fijación por las pulmonías, el personaje de Azcona que se hubiera codeado con el Totò de Rufufú… oh, aquellas lágrimas cuando se descubre en la escena del Tigre de Chamberí como tremendo antes y después, como lo que pudo haber sido y no fue de un bolero, y esa como dignidad recobrada de súbito cuando interpreta su en verdad delicado Vals Parisién con voz que llegaba de otro tiempo fueron momentos, ya te digo, emocionantes.
Carlos Lucas, o el gusto áspero de la Tercera División peliculera, me pareció también —bueno, no es que lo pareciera, es que lo era— uno de los personajes que habitan la novela memorialista de Fernán-Gómez “El tiempo de los trenes”.