Una década separa las dos últimas colaboraciones de Carlos con Juan José Porto, el director que le diera su primera oportunidad de lucimiento en Crónicas del bromuro. El tío del saco y el inspector Lobatón (1992) se rueda en Granada. Carlos pasa allí un par de semanas, alojado en el Hotel Becquer. Comparte secuencias con Quique Camoiras. Éste es el inspector Barajas y Carlos, el inspector Paja.
En cambio, al rodaje de El florido Pensil (2002) en Sigüenza sólo viaja un día. Tiene una escenita –apenas un plano- en el que asoma renqueante, con un guardapolvo, a la puerta de una cacharrería cuando los chavales corean: “Requejo, cara de conejo”. Carlos mira como los muchachos se alejan y les llama sinvergüenzas. Luego, un momento de perplejidad: “¿Tengo yo cara de conejo?”. Tan episódico es el personaje que no aparece hasta casi el final del rodillo, en el puesto trigésimo primero. Eso sí, como en otras películas de Porto figura también el segundo apellido.