Reponen la versión de Paco Mir de “Los sobrinos del capitán Grant” en el Teatro de la Zarzuela. Llamo a Carlos para preguntarle si le apetece ir y cuál es su plan navideño. Me dice que del 22 al 26 estará en Valladolid en casa de su hermana. De salud, regular. Un lumbago provocado por una escena de acción –los abuelos tenían que arrastrar un banco- en Manolito Gafotas.
Quedamos en arreglarnos para ir algún día con Pepón a la zarzuela, si conseguimos conciliar compromisos sociales, familiares, gripes y lumbalgias. El día es el 8 de enero, apenas escapados de la Navidad. Carlos tiene que venir desde San Sebastián de los Reyes porque casualmente hoy tenía sesión con Mercero: Llama hacia las seis para decirme que está ya con traje de calle pero que tiene que esperar al coche que le traerá a Madrid.
Pepón, que ya había dado el asunto por olvidado, hace un esfuerzo heroico para apuntarse. Sin embargo, cuando llego al Teatro me dicen que no hay entradas para ninguna de las funciones hasta que la obra salga de cartel. Llamamos a Carlos, pero me dice que aún no ha salido y que no cree que llegue a tiempo. Le explico que ya tampoco importa.
Pepón y yo venimos hasta el barrio dando un paseo. Nos tomamos unos vinos y hablamos del proyecto una vez más, pero sin concretar nada.
Como estos días estoy sin trabajo, me pongo más en serio con el libro. Voy a la Biblioteca de la Fundación Juan March a investigar sobre José de Lucio y leer “Quién me compra un lío”, uno de los sainetes que era éxito seguro en el circuito itinerante. En la Filmoteca encuentro una carpeta de recortes sobre Azucena Hernández. Menos da una piedra.
Voy a empezar también a escribir el guión.