Cuando rodamos Matías, juez de línea (1996) Carlos se vino a Galicia. Seis semanas en un hotel junto a la playa de Covas, en la raya de Lugo y La Coruña. Manuel Rivas entrevistó a todo el elenco para “El País Semanal”. Carlos hizo constar la muerte de su abuelo cuando iban de un pueblo a otro con la compañía familiar de zarzuela y aquella vez en que hizo de figurante en El tigre de Chamberí (1957) porque creía que iba a fumar de balde y no tenía ni para eso.

En Galicia lo prohijó Manuel Manquiña. Juntos se montaban unas veladas de romanzas zarzueleras que duraban hasta la madrugada. Punteando las cantatas, surgían historias de su familia, el oficio de actor aprendido en tablados de teatro portátil y sus intentos de trabajar en el cine como figurante… En resumen, su vida como proletario de la interpretación.
Uno iba tomando nota mental de aquellas historias que dibujaban un mapa inexplorado de protagonistas desconocidos y circunstancias extravagantes. No era curiosidad malsana sino un interés casi antropológico. Allí había mucho más que lo que Fernán-Gómez había relatado en El viaje a ninguna parte. ¿Cómo se organizaban por los pueblos? ¿Dónde se alojaban? ¿Cuál era el repertorio? ¿Tenía algún conocimiento previo del mismo antes de pasar del coro de la zarzuela a trabajar “en comedia y drama”? ¿Era cierto que aún en los años setenta seguía haciendo teatro de carpa?
Estas eran las preguntas a las que buscaba respuesta cuando decidimos arrancar De Reparto.