Define Carlos la morcilla, de la que es un maestro consumado desde sus inicios, como “el chiste u ocurrencia escénica nacida de la improvisación”.
No sigue en ello la ortodoxia académica que habla de “abusiva” añadidura de palabras o cláusulas de su invención que hacen los comediantes a las del papel que representan.
Probablemente surge el matiz diferencial del punto de vista: los académicos han trabajado poco ante el público de provincias.